martes, 19 de agosto de 2008

Otra vez Aerolíneas

Por Julio Balbi* para La Nación
www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1041010
Martes 19 de Agosto 2008
publicado en la edición impresa

Concebir un país que se consolide, con un modelo nacional sustentado en el desarrollo industrial, tecnológico y agropecuario, es hacerlo a partir de la recuperación del control y administración por parte del Estado de aquellas empresas de servicios públicos que, en manos privadas, fueron ineficientemente administradas.

Desde el origen de nuestra historia, el desarrollo del transporte público constituyó la herramienta ineludible para la integración. La red ferroviaria, primero; las redes de transporte aéreo y marítimo, después, fueron integrando al país, desarrollando poblaciones y generando trabajo, además de una cultura de pertenencia.

Desde siempre, la inversión privada se orientó a la busca de rentabilidad empresaria. Debe ser el Estado, como articulador, el que compense, con equilibrio, la integración y comunicación del conjunto de la población, por una necesidad nacional, más allá de la renta empresaria.

La ausencia de control por parte del Estado del sistema de transporte define el modelo de país que transitamos. Basta como muestra recordar que en 1955 teníamos más de 47.000 kilómetros de vías, que en la década del 80 caímos a 35.000 km y que en la actualidad sólo tenemos algo más de 8000 kilómetros de vías operables. El despotismo de los mercados, la voracidad de la renta privada y la ausencia del Estado han instalado (desde cada una de las dictaduras militares y desde la gestión de gobierno de los años 90) un modelo de país opuesto al verdadero interés nacional.

El transporte público cumple una función social y otra económica. Ambas son insoslayables. La presunta eficiencia de las empresas privadas administrando bienes del Estado ha resultado una experiencia en la que esa palabra perdió significación y sentido.

Es necesaria y perentoria una definición política que regule el transporte público en el largo plazo. Esta necesidad se impone desde todo punto de vista: social, económico y ambiental. Sostenemos la necesidad de recuperar, desde el Estado, un patrimonio que nunca debería haberse dejado en manos privadas.

Aerolíneas Argentinas es un claro ejemplo de ello. No solamente es nuestra línea aérea de bandera, sino que, al igual que la empresa Austral, integra territorialmente al país con sus rutas de cabotaje. Esta integración no se puede medir priorizando su rentabilidad, sino por su importancia en la generación de riqueza y desarrollo nacional.

En septiembre de 2007 señalé: "Es hora de considerar que para salir definitivamente de la emergencia provocada por la crisis y por las políticas de desguace de los 90 hay que fijar un punto de partida. El papel del Estado es una referencia ineludible. La planificación de un sistema integrado de transporte es una necesidad imperiosa de los tiempos que corren. Para ello, es necesario considerar el transporte público en el marco de una política de Estado".

La administración en manos del Estado del transporte aéreo y la recuperación de las redes ferroviarias son prioridades que hacen a la integración de nuestro territorio desde una identidad soberana con equidad, ajena a todo interés que no sea el interés general.

La equidad no se impone desde la renta, sino desde la sensibilidad.

También hacía referencia al incendio provocado en la estación Constitución de la línea Roca, provocado por los propios usuarios ante una situación insostenible, producto de la pésima calidad del servicio. En ese momento dije: "Tiene que doler ver cómo estalla el mal humor de cientos de usuarios que, en medio de su impotencia y cansancio, la emprenden contra bienes públicos que deberían sentir como propios. El humor social en ebullición desnuda ausencias irresponsables y, entre ellas, tal vez la más importante: la ausencia del Estado".

Meses después de esas afirmaciones, entiendo, definitivamente prioritario, que el Estado -nuestro Estado- asuma las responsabilidades que le caben en el desarrollo de un modelo nacional, con equidad y justicia, recuperando para la Nación aquellos emblemas que hacen a su grandeza.

Aerolíneas Argentinas no debió dejar nunca de pertenecer al Estado, como tampoco debieron dejar de pertenecer al Estado nuestros ferrocarriles.

El Bicentenario, como el próximo mirador de la historia, nos exige definiciones integradas en el interés nacional, alejadas de toda especulación mezquina y coyuntural.

*El autor es director del Ente Regulador de Servicios de la ciudad de Buenos Aires.

lunes, 31 de marzo de 2008

Cambiar la cultura

Por Julio Balbi Para LA NACION
Lunes 31 de marzo de 2008 Publicado en la Edición impresa


Es imperioso: la seguridad vial debe ser una política de Estado. Lo mismo debe ocurrir con la profunda transformación cultural necesaria en esta materia. Ambos son capítulos pendientes, algo que forma parte de la conciencia del Gobierno, y de esa forma lo ha expresado claramente la Presidenta de la Nación. Sin embargo, el tema es de una complejidad mayúscula y de difícil solución si, paralelamente, no desarmamos el imaginario social alrededor de él. La modernidad nos legó el concepto del contrato social, que se define como el conjunto de valores que organizan una sociedad, respetando sus leyes y la convivencia entre los sujetos. Su ruptura es, precisamente, el resultado del retiro del Estado en las cuestiones en las que resulta indispensable que imponga su poder de policía. La seguridad vial no se encuentra ajena a este resquebrajamiento y las consecuencias están a la vista. Hoy nos encontramos, por una parte, con un déficit en seguridad vial y, por la otra, con un imaginario colectivo, que demuestra un absoluto desprecio por la vida, propia y ajena, y en el que las calles y las rutas son el escenario de una guerra sorda, no declarada, que año tras año se cobra la vida miles de argentinos. En este juego de valores resulta imprescindible reflotar el contrato social sobre la base del apego a las leyes de tránsito, para que no haya incompatibilidad con el objetivo del Estado, ya que sería en vano instalar miles de cámaras de control, si la gente tiene una cultura propensa a quebrar sistemáticamente las normas. Las nuevas tecnologías de control de tránsito ponen de relieve la importancia de las inversiones sociales en educación e investigación. Esas herramientas tecnológicas resultarán inútiles, mientras los valores se orienten hacia una mayor individualidad, sin darle importancia al interés social. Se da en el tránsito la versión más cruda de supervivencia del más apto. Esto es: a mayor cilindrada, mayor violencia social al volante. Aplicar políticas públicas apropiadas no es un problema. La cuestión es conseguir la persuasión colectiva, desde lo cultural, de que es necesario el cambio. Esto es parte fundamental del problema. De lo contrario, estaremos predestinados al fracaso. La Agencia de Seguridad Vial, recientemente creada, responde a la necesidad de dar especial atención a la aplicación efectiva de las normas establecidas y a su modernización, si fuera necesaria, compromisos urgentes que el Gobierno ha asumido. Todo esto enmarcado en un serio plan de educación y de concientización de la ciudadanía, que apunte a la punición para el caso del incumplimiento de las normas viales. Más allá del compromiso asumido por la Presidenta y por el Gobierno, lo que reclama la hora es un compromiso individual por el cambio de conductas. Y una masiva concientización sobre las consecuencias de nuestros actos. Porque darles la espalda a las leyes de tránsito tiene directa relación con miles de muertes en las calles y en las rutas argentinas.




*El autor es director del Ente Regulador de los Servicios Públicos de Buenos Aires.

sábado, 15 de diciembre de 2007

Ciudad Aútónoma de Buenos Aires 2010

Civilización&Barbarie
Programa emitido el jueves 13/12/07 por el canal 241 de Direct TV



continuará el próx jueves 20/12/07