lunes, 31 de marzo de 2008

Cambiar la cultura

Por Julio Balbi Para LA NACION
Lunes 31 de marzo de 2008 Publicado en la Edición impresa


Es imperioso: la seguridad vial debe ser una política de Estado. Lo mismo debe ocurrir con la profunda transformación cultural necesaria en esta materia. Ambos son capítulos pendientes, algo que forma parte de la conciencia del Gobierno, y de esa forma lo ha expresado claramente la Presidenta de la Nación. Sin embargo, el tema es de una complejidad mayúscula y de difícil solución si, paralelamente, no desarmamos el imaginario social alrededor de él. La modernidad nos legó el concepto del contrato social, que se define como el conjunto de valores que organizan una sociedad, respetando sus leyes y la convivencia entre los sujetos. Su ruptura es, precisamente, el resultado del retiro del Estado en las cuestiones en las que resulta indispensable que imponga su poder de policía. La seguridad vial no se encuentra ajena a este resquebrajamiento y las consecuencias están a la vista. Hoy nos encontramos, por una parte, con un déficit en seguridad vial y, por la otra, con un imaginario colectivo, que demuestra un absoluto desprecio por la vida, propia y ajena, y en el que las calles y las rutas son el escenario de una guerra sorda, no declarada, que año tras año se cobra la vida miles de argentinos. En este juego de valores resulta imprescindible reflotar el contrato social sobre la base del apego a las leyes de tránsito, para que no haya incompatibilidad con el objetivo del Estado, ya que sería en vano instalar miles de cámaras de control, si la gente tiene una cultura propensa a quebrar sistemáticamente las normas. Las nuevas tecnologías de control de tránsito ponen de relieve la importancia de las inversiones sociales en educación e investigación. Esas herramientas tecnológicas resultarán inútiles, mientras los valores se orienten hacia una mayor individualidad, sin darle importancia al interés social. Se da en el tránsito la versión más cruda de supervivencia del más apto. Esto es: a mayor cilindrada, mayor violencia social al volante. Aplicar políticas públicas apropiadas no es un problema. La cuestión es conseguir la persuasión colectiva, desde lo cultural, de que es necesario el cambio. Esto es parte fundamental del problema. De lo contrario, estaremos predestinados al fracaso. La Agencia de Seguridad Vial, recientemente creada, responde a la necesidad de dar especial atención a la aplicación efectiva de las normas establecidas y a su modernización, si fuera necesaria, compromisos urgentes que el Gobierno ha asumido. Todo esto enmarcado en un serio plan de educación y de concientización de la ciudadanía, que apunte a la punición para el caso del incumplimiento de las normas viales. Más allá del compromiso asumido por la Presidenta y por el Gobierno, lo que reclama la hora es un compromiso individual por el cambio de conductas. Y una masiva concientización sobre las consecuencias de nuestros actos. Porque darles la espalda a las leyes de tránsito tiene directa relación con miles de muertes en las calles y en las rutas argentinas.




*El autor es director del Ente Regulador de los Servicios Públicos de Buenos Aires.