sábado, 25 de marzo de 2006

"TREINTA AÑOS PERO LAS CONSECUENCIAS SIGUEN SIENDO LAS GRANDES ENEMIGAS DE LA DEMOCRACIA"


*Por Julio César Balbi - Asociación Civil Espacio Plaza

Se escucha seguido en estos días, en ocasión de rememorar el día más triste de nuestra historia, de un golpe militar del 24 de marzo de 1976.
Seguramente por desconocimiento o por el sólo hecho de aliviar responsabilidades o culpas, circunscribir el hecho a un grupo de depravados y asesinos que comandaban las Fuerzas Armadas de entonces el golpe de estado, refleja a las claras que seguimos los argentinos o gran parte de nosotros, mirando las cosas siempre para otro lado.Tristemente se ve por allí, y me refiero a dirigentes y compañeros que rozan los cincuenta, caer en la misma trampa en que nos metieron para justificar lo injustificable, en la sustentación de la teoría de los dos demonios.Contando o describiendo, para que lo tengamos presente, los desmanes, crímenes, apresuramiento o irreverencia de una gran parte de los jóvenes de entonces, que pensaron y actuaron en consecuencia porque previeron que se estaba gestando un modelo que al final del camino fue el que venció para desgracia de todo el pueblo argentino y de Sudamérica toda.Poner en un mismo plano o sacudir nuestra memoria para recordar estos episodios, es como frecuentemente sucede en nuestra conducta colectiva, de revisar los comportamientos de las víctimas: “El violador y asesino se vió seducido por la menor que en ese momento tenía puesta una prenda provocativa”.Y esta memoria colectiva, promueve que las consecuencias nefastas del genocidio sigan vigentes y nos dificulte el goce de una democracia en plenitud.
Quién puede dudar del dolor de quienes tenemos cerca la desaparición de un ser querido, quién puede borrarse de la cabeza el imaginario del sufrimiento de los días en las mazmorras de nuestros compañeros. Quién no se pregunta, sin descanso en estos 30 años, qué fue de sus últimos días. Si con solo conocer, enterarse, ver, que están apareciendo nietos que fueron entregados como mascotas perdidas a quienes en ese momento se pudieron hacer cargo de ellos.Quienes seguimos vivos, sabemos a ciencia cierta, que el modelo impuesto, de ajuste, miseria, deuda externa, destrucción sistemática del estado, precariedad laboral, salud y educación convertida en negocio, se constituye en la bandera de nuestra derrota.De lo que habría que acordarse es que, en aquella época, la de los revoltosos, que para algunos sus conductas justificaron el golpe, lo que estaba en discusión y se actuaba en consecuencia, era revisar o politizar las acciones de los dirigentes o responsables de entonces de la entrega de nuestro patrimonio y de nuestra independencia como proyecto de nación.Pero la herencia de la dictadura no se agota con un hecho histórico, sino que provocó que el tema de los derechos humanos ocupara un sitial que no había ocupado nunca. Existen y convivimos con ello un sesgo de autoritarismo en la vida doméstica, que se puede traslucir en el maltrato y la tortura. La época de la represión aniquiló los valores básicos que circulaban en la sociedad argentina, el compromiso hacia el otro y de cierto pacto intersubjetivo que había funcionado durante años. Produjo deshumanización e invalidación de la posibilidad de recuperación de sentimientos morales. Muchos sentimos o nos confundimos en el rol de víctimas, cuando en realidad hemos sido cómplices silenciosos.Tenemos por delante, el retornar a la búsqueda de cierta recomposición de algunos elementos básicos morales. No debe ser bien visto, el respeto a la picardía, la corrupción, y la admiración por los tesoros o botines que resplandecen.Debemos despejar de una vez por todas esta lucha entre la memoria y distintas formas de amnesia y olvido colectivo, porque si podemos sobrellevar esto y poner en su justa medida, vamos a dejar de cercenar un proyecto de país diferente y a evitar las formas de desigualdad y depredación que se instalaron en nuestra conducta colectiva. Con lo cual creo que el problema es que las víctimas quedaron colocadas en el lugar simplemente de víctimas y no de personas que querían algo que el país todavía, no obtuvo.
espacioplaza@argentina.com

jueves, 16 de marzo de 2006

TRANSITO PESADO (NOTA DEL DIARIO LA NACION 16/03/06)





Por Julio César Balbi Para LA NACION

Creer que en el caso de que no estuviesen cortando calles y avenidas los piqueteros se volvería más transitable el centro de esta ciudad es un error. Esta ciudad es intransitable en cualquier circunstancia. La ausencia de una mirada estratégica y de un plan maestro de tránsito ha llevado a nuestra ciudad a un colapso urbano.
Un ordenamiento de tránsito debe contemplar todas las variables: la circulación de vehículos particulares, el transporte público y el modelo ambiental urbano. Los intentos orientados a descongestionarlo mediante el desaliento del uso de vehículos particulares han fracasado. Se han ensayado parches que no llevaron a ningún lado, con el marco de un Estado ausente. Mal puede desalentarse el uso del vehículo particular cuando el transporte público no alcanza a cumplir con los estándares de calidad y ordenamiento que corresponden.
Algunos datos publicados por la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) dan dimensión a la importancia del problema del transporte público en la región metropolitana. Las siete líneas de ferrocarriles transportaron en 2005 un total de 376.612.561 pasajeros. Los subterráneos de nuestra ciudad, 232.055.540. Con relación al transporte automotor, en 2003 las 136 líneas de colectivos transportaron en la región un total de 1296 millones de pasajeros.
Se trata de un universo de personas que padecen un servicio casi tan caótico como el tránsito mismo.
Respirar los gases de una mala combustión, oír el ruido de las bocinas, llegar tarde al trabajo por causas ajenas a la voluntad son aspectos de un padecimiento que indica que también está colapsada nuestra calidad de vida.
Para ejemplo de imprevisión y negligencia, lo que ocurre con la iglesia de San Ignacio. Patrimonio histórico y arquitectónico de nuestra ciudad, está oculto detrás de enormes puntales, para evitar que se desmorone. Sólo habría que pensar en recorridos diferentes de algunas líneas de colectivos. Sólo habría que planificar.
La asimetría que se genera entre las concesiones ferroviarias, que se pueden tomar cinco años para pagar una multa, y las empresas de transporte automotor, que deben pagar antes de reclamar, expone la ausencia de una política de Estado para el transporte público. Es imposible controlar el desorden.
Los llamados sistemas "integrados" de transporte ferroviario o de transporte automotor tienen de integrados sólo a sus cámaras empresariales. Es necesario pensar la región metropolitana estratégicamente. El ferrocarril, el subterráneo y las líneas de colectivos deben responder a una planificación estratégica que incluya tarifas, recorridos, horarios y calidad de servicio. Se debe considerar el transporte público desde su función social y su importancia para el desarrollo económico. El usuario no debe ser un rehén y se deben respetar sus derechos.
El proyecto Transmillenium, en Colombia, el Trans-Santiago, en Chile, la experiencia de Curitiba, en Brasil, con su red de transporte integrado, son ejemplos. No es tiempo de siesta. Hay que trabajar pensando en la ciudad más allá de mañana.

*El autor integra la Asociación Civil Espacio Plaza.